sábado, 27 de diciembre de 2008

SEÑOR DIRECTOR

Señor Director: La enfermedad del anonimato ha tomado carta de ciudadanía en nuestro medio y se ha convertido en un mal endémico. En la edición del 18/12/08 de este Semanario aparece un escrito que nuevamente oculta su autoría. ¿Acaso los editores se hacen responsable del mismo? El encabezado de “Comunicación Social”, no se sabe a ciencia cierta si corresponde al título del escrito o si se trata de la denominación de una entidad que se hace pasar como pública o tal vez se trate del nombre de una persona física, la señora Comunicación Social. Lo mismo acontece, si se observa su contenido, el cual es objetivamente imposible ubicarlo dentro de los géneros periodísticos, no se tiene la certeza si se trata de comunicado oficial, una gacetilla, o un panfleto, es decir “un escrito breve en prosa en tono polémico de carácter satírico o agresivo”. ¿Se trataba de informar a la ciudadanía sobre un acto oficial del gobierno municipal? A ello dedica unas cuantas líneas y en el resto de la plana sus afanes se centran, en tratar de refutar las imputaciones de un adversario político. Los argumentos en descargo son muy breves, pero luego como una forma de justificar las propias deficiencias en que se pudo haber incurrido, no duda en descalificar la actuación del Regidor Nápoles Sosa al que acusa de “aprovechar su relación partidista” para “beneficiar a una asociación civil”; de estar “devolviendo favores”, de “promocionarse para otra contienda electoral”, de “tener compromisos particulares”. Seguramente la ciudadanía hubiera apreciado más, se hubiese detallado una relación de las obras que realizó la administración municipal durante el primer año, de gobierno con expresión de ingresos y gastos. En todo caso, bien se pudo entablar la polémica en un comunicado independiente, a la manera de Ventaneando, en el que el papel de un Patricio Chapoy de la política, bien la pudo asumir un miembro del revolucionario institucional en defensa de sus correligionarios ahora en el poder y bajo la responsabilidad de su nombre. Es a todas luces impropio mezclar un comunicado oficial con una diatriba partidista. Tampoco la forma ayuda a borrar esa mala impresión, pues la nota aludida comienza en un tono impersonal y descriptivo: “se llevó a cabo la sesión solemne”, “se inició con un acto solemne”, “el presidente municipal dio inicio”, para luego emplear la tercera persona del plural “no dudamos” (que existan deficiencias), o el “informamos”, para luego usar la particularidad de la primera persona del singular, como si estuviera disertando una persona física (y no un posible representante de una persona colectiva): “le comento, regidor”, “no entiendo”, “lo invito”. ¿Quién será el “yo” que se oculta en dichas líneas? Por otra parte el relato de lo acontecido el sábado 13 en el llamado Auditorio Municipal también despierta un mundo de interrogantes. Al parecer las sesiones solemnes características de los informes de gobierno han abandonado la austeridad republicana propia de ese tipo de actos, y ahora no se sabe a ciencia cierta, si se han trasmutado en tertulias musicales o en actos para degustar bocadillos. Peor aún, hay quien pretende que la rendición cuentas de los funcionarios priístas sean un cenáculo exclusivo de los apóstoles tricolores, circunstancia que sólo puede prestarse a la autocomplacencia y las complicidades. De otra manera no se entiende la salida de tono de un orador que confundió un fasto oficial con una tribuna para el mitin callejero. Por simple cortesía elemental, se deberían haber ofrecido públicas disculpas a los invitados especiales, al representante del Gobernador del Estado y a todos los asistentes que militan en formaciones políticas diversas al de un ayatola fundamentalista, que arroja zapatos verbales al rostro de los huéspedes, en este caso, sin merecerlo. En último término, pero de no menor importancia, es muy poco elegante que en los comunicados supuestamente oficiales, ya sean escritos o en los perifoneos las propias autoridades insistan en autocalificarse como honorables, -el “H” o el “Honorable Ayuntamiento- lo cual es un verdadero despropósito. Habrá que recordar el famoso dicho: “alabanza en boca propia es vituperio”, y a éste se le define como “una acción que causa, oprobio, deshonra o baldón”. Insistir en la propia honorabilidad no hace sino despertar la suspicacia de los gobernados. Ya es hora que nuestros cabildos abandonen esa práctica inveterada y viciosa del autoelogio y se asuman simplemente en la dimensión jurídico-política que deben tener: el de ser nada menos, un Ayuntamiento constitucional, pero nada más. Atentamente. Jorge A. Mora G.

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