sábado, 3 de septiembre de 2011

ESCAPARATE


1.- En México, los políticos y la prensa de derecha han criticado cuanta acción emprende Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, tachándolo de socialista, totalitario, acólito de Fidel Castro, dictador y otras linduras por el estilo; uniéndose al coro de la cadena internacional CNN que se ha constituido en la caja de resonancia del exilio cubano de Miami En particular se le criticó su populismo, al haber implantado un programa semanal en la radio llamado “Aló, presidente”, en el que respondía a las inquietudes o quejas que los ciudadanos le formulaban por la vía telefónica.
Al parecer los panistas de cepa, tampoco le hacen “asquitos” al populismo (expresión consagrada por el gobernador de Jalisco). Asumen la postura de los gobernantes priistas han utilizado durante dos siglos como recurso de propaganda; un discurso en el que se dicen defensores de los intereses y aspiraciones del pueblo, pero están muy lejos de serlo. Ahora el presidente Calderón, salió con la embajada, de tener un diálogo televisivo dominical abierto al público, sólo que éste, fue un teatro tan armado, que al mismo tiempo en que los supuestos interlocutores paleros-, comenzaban a formulaban sus preguntas “espontáneas”, simultáneamente salían sus palabras un recuadro inferior, acaso para reforzar su dicho o para que fueran captados por los sordos.
En ausencia de una legitimidad de origen, Don Felipe desató una guerra, y ahora, en búsqueda de la popularidad perdida, no tiene empacho de escenificar a una farsa grotesca pretendiendo le reditúe algún dividendo, en vista de las próximas elecciones federales.
2.- Los gobernantes del régimen priista se autonombraron herederos de la Revolución, aunque a partir del régimen de Miguel Alemán, no hayan participado en ese movimiento ni como espectadores. Pero no tuvieron escrúpulos en apropiarse del pabellón tricolor y utilizar sus colores como un mero objeto de propaganda, desnaturalizando su esencia, para transformarlo un símbolo patrio en moneda de cambio electorero.
Ahora les ha dado por vestir camisas coloradas, desde los prosélitos de Peña Nieto hasta los miembros de nuestro Ayuntamiento. Al uniformar a los empleados no hacen sino perpetuar sus prácticas corporativistas de siempre, pretendiendo que por ese hecho sus conciencias y sus convicciones pertenecen a sus “patrones”, aunque su salario provenga del erario público y no del bolsillo de los munícipes.
La desmemoria priista es mucha, se olvidan que los seguidores de Tomás Garrido Canabal, come-curas, varias veces gobernador de Tabasco y Secretario de Agricultura con Lázaro Cárdenas; tenía bajo su mando a los llamados “camisas rojas”, un instrumento con el que pretendió erradicar la religión de aquella entidad, donde quemaron imágenes y arrasaron templos para dedicar los solares a deportes y diversiones. El 30 de diciembre de 1935, los tales “camisas rojas” balacearon a los fieles que salían de oír misa en la parroquia de Coyacán, D.F., muriendo 5 personas y resultando heridas muchas más; ese hecho le valió ser removido del gabinete de Cárdenas.
La idea de uniformar a los empleados públicos, sigue la misma lógica de los gobiernos totalitarios, que prohíjan grupos de choque incondicionales: el fascismo tuvo a sus camisas negras, los nazis a sus camisas pardas y los bolcheviques su Guardia Roja.
3.- Si alguien quisiera visualizar el futuro que nos espera de llegar Peña Nieto a la Presidencia de la República, bastaría fijarse en lo sucedido en la Delegación Tlalpan del D.F., donde un comando de la policía del Estado de México allanó el domicilio del poeta Efraín Bartolomé, el de la doctora Patricia Magaña, catedrática de la UNAM y el de su señora madre, la madrugada del jueves 11, donde se dieron a la tarea de romper puertas con arietes, golpearlos, insultarlos y robarles sus pertenecías. Después se dijo, con el pretexto de buscar armas y aprehender a un capo del narcotráfico.
La policía del Estado de México no tiene jurisdicción en el D.F., y por ello, el acto no es otra cosa que un vulgar asalto, realizado por delincuentes oficiales, que actuaron sin orden de cateo, misma que no faculta la destrucción de inmuebles o pasarse por el arco del triunfo las garantías individuales. Difícilmente esos genízaros podían exhibir una orden judicial, pues los magistrados mexiquenses no tienen competencia en Capital de la República.
Habrá que tener presente que el Procurador del Estado es quien tiene la facultad de perseguir los delitos, pero sólo en su territorio y es un funcionario que depende directamente del Gobernador Peña Nieto. Esta forma de proceder está lejos de ser un incidente aislado, pues es bien conocida la tendencia represiva, vejatoria o encubridora que tiene de Don Enrique, como lo pueden testimoniar los comuneros de Atenco y la niña Paulete.
4.- Las víctimas de matanza en la calle Morelos revelaron la indigencia de los servicios de salud de nuestra “ciudad”. Los heridos tuvieron que peregrinar desangrándose, primero al hospital local en el que se negaron a intervenirlos, escudándose en la gravedad de sus heridas, no obstante que en ese tipo de emergencias la rapidez con que se atienda a los pacientes, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Esta actitud, no es más que la confesión tácita de la incapacidad para hacer frente a lesiones traumáticas de consideración y la ausencia de un quirófano apropiado. Uno de los sobrevivientes fue llevado a La Piedad, donde también se abstuvieron de intervenirlo alegando la misma excusa. Pareciera que para eludir responsabilidades o “efectos colaterales”, los médicos hacen a un lado el juramento hipocrático y prefieren que se les mueran las víctimas de la violencia, antes que mover un dedo. Cualquiera que sufra aquí un accidente, estará expuesto a la misma suerte.
Nuestro pueblo bien pudo tener un hospital de primer mundo, al menos en su planta física, pero la administración municipal anterior, en lugar de ampliarla, prefirió hacer allí un jacalón al que llamó pomposamente “Auditorio”, sin percatarse, de la relación nociva que se da por la cercanía entre una concentración de personas sanas y otras enfermas; pero eso sí, endilgándole a sus sucesores la obligación de pagar la deuda que ellos habían contraído.
5.- Las indulgencias destinadas a librar a los difuntos de la pena temporal en el Purgatorio, fueron un medio muy socorrido como fuente de ingresos para la Santa Sede en el siglo XVI. La “limosna” que con ese objeto se daba, servía para sufragar las suntuosas obras que el Papa León X emprendía en el Vaticano. Llegó a tal grado la propaganda de los religiosos encargados de recabarlas, los cuales llegaron a decir que: “Todo es uno, entrar el dinero al cepo y salir el alma del suplicio”. La venta de indulgencias, unida relajación de la disciplina eclesiástica y demás abusos, sería el detonante de la Reforma Protestante.
La historia viene a cuento porque el domingo se emprendió en nuestra plaza de armas una especie de maratón para recabar fondos -decían en un altavoz-, para restaurar la imagen de la Purísima, o bien, para reparar su nicho. Con el fin de impulsar la generosidad popular el anunciante, aseguraba: “la Virgen necesita tu cooperación”, “Ella te lo recompensará con favores desde el cielo”.
Estas afirmaciones parecen seguir una línea no muy ortodoxa. La teología católica afirma que la Madre de Cristo fue asunta al cielo y que allí está en posesión de un bien infinito y por tanto, ajena a los apetitos terrenales de una limosna. Pero también, mal haría Nuestra Señora, el promover favores divinos como una especie de transacción mercantil: “doy para que me des”, propio de la mentalidad pagana. Los presbíteros deberían esforzarse en depurar las creencias del paisanaje, evitando así, la migración hacía credos fundamentalistas o posiciones agnósticas.

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