lunes, 27 de abril de 2009

CARTAS AL DIRECTOR

Señor Director: En relación con mi carta publicada en este Seminario el 2 de abril y la contestación a la misma del 16 de los corrientes (p. 7), me permito hacer las siguientes consideraciones y con ellas doy por terminado la contienda: 1.- Un debate consiste en tratar o discutir una cuestión entre personas con diferentes puntos de vista. 2.- Un anónimo es un mensaje que se envía por escrito o telefónicamente ocultando la identidad. 3.- No es posible entablar un debate real entre personas concretas y entes fantasmagóricos. 4.- Los sentimientos de amistad no son obstáculo para que personas que sustentan puntos de vista divergentes puedan debatirlos respetuosamente. 5.- A pesar de todas las limitaciones apuntadas, ojala y los autores de las otras columnas amarillo, tricolor, azul y colorado- pudieran debatir entre si sus ideas con la categoría de mi oponente circunstancial. 6.- En mi carta de referencia se pretendieron establecer los siguientes puntos de vista: a) Las leyes restrictivas a las a las actividades religiosas del siglo XIX y XX no se dieron simplemente por odio a la iglesia católica, sino que respondieron a una disputa por el poder temporal en nuestro país. b) Las personas que pertenecen a cualquier denominación religiosa tienen derecho a manifestar sus creencias tanto en público como en privado. c) Ninguna iglesia tiene derecho para imponer su visión del mundo, su ética y valores a toda la población de un país. d) Ninguna iglesia pude reclamar para sí privilegios legales y económicos exclusivos. e) Es contrario al espíritu del Evangelio y prohibido por la ley, que los políticos y funcionarios públicos conviertan su participación en ceremonias y actos de culto en actos de propaganda electoral o de promoción personal.
Respecto de la “contestación” me permito hacer las siguientes precisiones y no se me adjudiquen como propias algunas inferencias del autor: i.- El ideología de los seres humanos no está constituida sólo por blanco y negro, sino que abarca una diversa gama de grises. ii.- El sentimiento religioso es connatural al hombre, ya que dentro de la evolución de las funciones cognitivas de adaptación, el cerebro se hizo sensible a las creencias que elevan las probabilidades de supervivencia; función que se localiza en los lóbulos frontales de la corteza cerebral, exclusivos de los humanos. iii.- En otros países, con una historia distinta a la nuestra, no causan ningún escozor los funerales de Estado celebrados por ministros religiosos. iv.- Mal haría cualquier autoridad en prohibir las devociones en la vía pública cuando éstas han sido convalidadas por la Constitución. Habrá otras que, por su especial carácter sagrado, como la misa, deberían ser desalentadas por los creyentes, bajo criterios exclusivamente religiosos. v.- Es prácticamente imposible sustraer las devociones religiosas públicas de la cultura popular o de motivaciones de carácter económico. vi.- El Pontífice Romano no sólo posee la condición de Jefe del Estado Vaticano, sino que es, asimismo, y de manera indivisible, el líder espiritual de una confesión religiosa a nivel mundial y en este carácter se le ha otorgado la bienvenida a nuestro país. No ha pasado revista a las tropas ni se le han dado los 21 cañonazos en su honor. Sino que, más de algún funcionario público le ha besado la mano e incluso le ha hecho una genuflexión a manera de saludo respetuoso, propio de fieles y no de colegas. vii.- Ni en los peores momentos de la persecución religiosa el Estado mexicano ha prohibido que los padres eduquen a sus hijos en el seno de su hogar bajo las creencias o la ética que estimen pertinentes. viii.- Si lo que se pretende es que en la escuela pública se imparta educación religiosa, modifíquese la Constitución y consúltese a los ciudadanos bajo qué signo quieren que se eduque a sus hijos; lo mismo si se aspira a que dichos maestros sean pagados con nuestros impuestos. ix.- La enseñanza de una ética religiosa nunca ha garantizado el buen comportamiento de los individuos; y una persona puede practicar una ética de raíz judeocristiana sin creer en la trascendencia. x.- La verdadera “sociedad moderna, tolerante y respetuosa”, admite que otras personas puedan tener creencias diferentes, que son tan válidas como las mías. Y no pretender que las propias deben prevalecer porque que tienen un supuesto sello divino y las otras no. Atentamente. Jorge A. Mora G.

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