viernes, 27 de marzo de 2009

Macondécuaro

En 1946, con la novela El Señor Presidente, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias inaugurará una corriente de narrativa latinoamericana, que andando el tiempo se le conocería como realismo mágico que tendrá su mayor auge entre los años 50 a 70 del siglo pasado. Entre los escritores más representativos destacan los escritores, Arturo Uslar Pietri, (venezolano), Juan Rulfo (mexicano), Gabriel García Márquez (colombiano), entre otros. El realismo mágico, también denominado realismo fantástico o de lo real maravilloso, se singulariza por mostrar lo irreal, lo extraño o sobrenatural como algo que acontece todos los días; lo común y lo cotidiano constituye una vivencia que incluye experiencias sobrenaturales o fantásticas, y el tiempo se percibe como cíclico, donde el pasado se repite o se parece al pasado, entre otras características. Así, en Cien Años de Soledad (1967), García Márquez muestra como lo más natural que un galeón español haya encallado en una montaña, que un abuelo se amarre para siempre en un árbol hasta convertirse en tronco labrado por la lluvia, el polvo y el viento; que lluevan flores del cielo o que el ambiente se llene de pronto de mariposas amarillas; que un cura levite después de tomarse una taza de chocolate; o que Remedios la Bella despida un aroma que enloquece a los hombres y que un día, sin más ascienda al cielo.. La obra se desarrolla en un pueblo mítico llamado Macondo, una especie de “paraíso de humedad y silencio anterior al pecado original” en donde las cosas carecían de nombre. Con el tiempo y el correr de la civilización, el pueblo se ve abrumado por la fiebre del olvido, por lo que deberán colgar el nombre correspondiente a cada objeto y pasado un tiempo, colocar otros nuevos, para describir su función, hasta el infinito aunque para su fortuna, un día sin más, la fiebre del olvido desapareció. Habrá que pensar si los hechos cotidianos de Yurécuaro no conforman la trama de una novela de realismo fantástico. Donde los cachorros de león pueden pasearse plácidamente en la serenata dominical. Donde postes con anuncios redundantes, brotan como hongos obstruyendo las banquetas, sin ninguna lógica ni concierto. Donde las patrullas policíacas hacen gala de estridencia con sus sirenas cuando van de servicio. ¿Acaso pretenden alardear ante la ciudadanía su prestancia y eficacia? ¿Irán de campaña para salvar a la patria amenazada de la invasión extranjera? ¿O será una señal de advertencia para que los delincuentes implicados en algún ilícito no sean atrapados en flagrancia, facilitándoles su tarea preventiva frente hechos que ya se consumaron? Realismo mágico michoacano, donde un festival folklórico puede reducir la escala mundial sólo a Latinoamérica; pero aún así brinda la ocasión dorada para mostrar a los visitantes extranjeros la limpieza urbana, el orden, concierto y armonía que seguramente imperan en nuestra población. Donde un espectáculo que supuestamente goza del patrocinio del Gobierno estatal, del Ayuntamiento y del pueblo en general es ocasión para redituar un lucrativo negocio para unos cuantos. Espectáculo por lo demás discriminatorio, pues transforma lo que debió de ser una verbena popular en un club privado, una especie de cabaret, sui géneris, para Very Important People, una copia del Follies Berger o el Moulin Rouge. Espectáculo al que sólo tendrán acceso a la zona preferente, quienes pueden destinar recursos superfluos para comprarse un trago; quienes sólo posean medios básicos de subsistencia deberán conformarse por verlo de lejos, en la zona de gayola, o peor aún, de pie, admirando a los pudientes y los mimos especiales con que son agasajados. Por qué no se tuvo la pudicia, el recato, de realizar, además del acto masivo y popular, unas sesiones exclusivas en un local cerrado como lo es el auditorio municipal, empleado en ocasiones anteriores para otras actividades igualmente frívolas, debido a su magnífico equipamiento y su consagración como inmueble privatizado. Así se hubiera podido esgrimir la excusa de la privacidad de quienes así lo quisieran y pudieran hacerlo. A pesar de fuese, como en el viejo y desgastado argumento, de que todos tenemos derecho de viajar a Europa; a diferencia de los pobres comunistas soviéticos y ahora cubanos que no gozan de libertad de tránsito; aunque el 90% de los mexicanos, por motivos económicos, estemos privados de hacerlo. A quienes tienen el privilegio de externar sus ideas en los medios masivos de comunicación, toca colocar las anotaciones que corresponden a los hechos de realismo fantástico que realizan las entidades públicas y erradicar de esa manera la fiebre del olvido en Yurécuaro-Macondo. (JAMG)

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