domingo, 30 de noviembre de 2008

Morir en Las Vegas

El motor del sistema capitalista lo constituye la ganancia económica, pero cuando ésta se persigue sin importar los medios para obtenerla y se atropellan los derechos, la fortuna o la honra de clientes y competidores, se está en presencia del llamado capitalismo salvaje. Un ejemplo de ello lo proporcionan en México Televisa y TV Azteca que no dudan en emplear el chantaje y la calumnia para destruir a quienes se oponen a sus designios así sean legisladores del Congreso o Ministros de la Corte; pero sobre todo a quienes pretenden quitarles una migaja de su monopolio, como fue el caso de familia Saba o Javier Moreno Valle, el despojado propietario del Canal 40. Cuando el afán de lucro se da a costa de la salud de la población económicamente activa y de las futuras generaciones de un país, se está en presencia, ya no del capitalismo salvaje, sino de actividades propiamente delincuenciales. Es la lógica del narcotraficante, que argumenta: si vender substancias psicotrópicas, deja inmensas ganancias ¿por qué no hacerlo? Y puesto que para incrementar los beneficios es necesario ampliar el mercado actual y asegurar el futuro del negocio, habrá que reclutar nuevos consumidores entre la población emergente. Así razonan las empresas tabacaleras, cerveceras o de licores, cuyas campañas publicitarias se enfocan a los jóvenes, como se pueden constatar en los comerciales de la cerveza Sol, el ron Bacardí o el brandy Don Pedro, por mencionar algunos. Asimismo lo confirma la denuncia presentada en los Estados Unidos, de que las tabacaleras incorporaron una dosis extra de nicotina a los cigarrillos para que fuesen más adictivos. En nuestro pueblo, bajo el supremo criterio de la ganancia, se tolera o se fomenta el alcoholismo entre individuos cada vez más jóvenes. Mientras que en Norteamérica sólo se vende licor y tabaco a quienes son mayores de 18 años y acrediten su edad mediante una constancia oficial, en este municipio, que es un microcosmos de la nación entera, es común ver a púberes y adolescentes embriagándose con toda clase de bebidas, tanto los domingos como en las múltiples festividades, civiles y religiosas, celebradas a lo largo de todo el año. El alcoholismo y la drogadicción se erigen como los únicos medios de evasión, la salida fácil para una juventud que no se siente atada a un pasado ni comprometida con el porvenir. En un país que no ofrece a sus ciudadanos oportunidades efectivas de realización personal, tanto en lo material como en lo cultural; que no logra imbuir en sus miembros un sentido de finalidad como grupo social, y que la vida en común es digna de vivirse y vale la pena luchar por ello. Un síntoma evidente de esta descomposición lo constituyen las riñas colectivas que se vienen dando, cada vez con mayor frecuencia, entre hombres o mujeres ebrios, como las suscitadas durante el novenario de Cristo Rey o el día de Santa Cecilia. Fue ilustrativo e irónico que en esta última fecha se autorizara la instalación de un puesto de cantaritos tequileros, precisamente al lado del módulo en que las autoridades de tránsito pretendían mostrar gráficamente, (coche chocado y corona mortuoria incluida), las terribles consecuencias de manejar en estado de ebriedad. Si las algunos funcionarios o quienes se dedican al comercio de las llamadas “drogas socialmente permitidas” pretenden considerar la insistencia de esta columna en abordar esa problemática, como un ataque personal generado por simples motivos políticos, estarían revelando un afán por reducir un enorme problema social a una mera lucha maniquea entre resentidos y triunfadores, y poder vivir en holgada paz con su conciencia. Pero la terca e insoportable realidad existe independientemente de las personas que en un momento determinado detentan el poder político o económico pertenezcan al partido morado o del arco iris; sean los servidores públicos herederos de la Marcha de Zacatecas, familiares de Don Santurrón Sacristán, Don Lenin Comecuras o Don Florencio Girasol; miembros de la Logia de los Búfalos, del Club de los Elogios Mutuos o de la Perla Mas Bella del Ejido. En tanto no se constituya un auténtico Concejo Consultivo Municipal donde los ciudadanos puedan llevar sus reclamos, es un deber ineludible (para quien esté en condiciones de hacerlo), ejercer el periodismo de manera objetiva e imparcial para prestar la voz a quienes no pueden hacerse oír por otros medios. Cuando uno de sus cortesanos hizo ver al emperador Caracalla que era poco digno de un emperador romano haber fijado un impuesto a los excusados públicos, el monarca le replicó: el dinero no tiene olor. La desfachatez que revela esta frase no debe constituirse en la divisa de ninguna autoridad y por ello se debe luchar. Menos aún podemos resignarnos a que el destino de nuestro pueblo sea como el de aquel personaje cinematográfico Sam Sanderson (Nicolás Cage), que sin otro aliciente en la vida busca y logra acabar sus días ingiriendo licor en Las Vegas (1995). (JAMG).

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