sábado, 22 de noviembre de 2008

Renunciar a los principios

En los últimos días ha corrido el rumor de que en esta población habrá un torneo de gallos en el llamado “Auditorio Municipal”, con motivo de las fiestas que anualmente se celebran en honor de la Virgen, bajo las advocaciones de la Inmaculada Concepción y Guadalupe. No se podría imaginar un destino más digno ni más redituable que instalar un garito en los inmuebles públicos; seguramente tampoco existe un medio más adecuado para promover, entre los creyentes, la devoción Mariana que un palenque. De resultar cierta la especie se estaría en presencia del más crudo pragmatismo, tanto en la esfera profana como en la religiosa. El diccionario describe a éste como la actitud política basada en la eficacia y que consiste en ocuparse de los hechos y oportunidades, rechazando los principios dogmáticos o ideológicos. A su vez, el oportunismo es la actitud que consiste en acomodarse a las circunstancias que suceden en tiempo, lugar o circunstancia conveniente, para conseguir unos fines aunque se tengan que transgredir los propios principios. El pragmatismo y el oportunismo no son patrimonio exclusivo de los miembros de una determinada formación política, sino que parecen ser comunes a todos. Durante los 60 años en que fue oposición el partido de Acción Nacional se manifestó contrario al corporativismo y las prácticas clientelares, generados en el Antiguo Régimen, en un conjunto de gremios (estatales y privados), los que mediante dádivas y concesiones, fueron investidos de poder económico, social y político para que le sirvieran de soporte y fachada democrática. Sin embargo, los “gobiernos del cambio” no han vacilado en buscar el apoyo, entre otros, de la organización magisterial y del sindicato petrolero que pastorean, respectivamente Elba Ester Gordillo y Carlos Romero Deschamps, en los que (opinión generalizada), impera la corrupción y la explotación de sus agremiados; asimismo se han aliado con personajes tan siniestros como los gobernadores Mario Marín de Puebla y Ulises Ruiz de Oaxaca. Ello permitió que Vicente Fox gobernara “nadando de muertito” y que ahora Felipe Calderón detente el poder, ante la falta de legitimación que debían haberle proporcionado unos comicios equitativos, transparentes e incontrovertibles. Como se ve, pragmatismo puro. A su vez el Partido Verde Ecologista, al que supuestamente lo mueve la defensa del medio ambiente y el afán por preservar especies animales y vegetales en peligro de extinción, ante la violencia que se ha desatado en nuestro país y para ganar el apoyo de una opinión pública amedrentada, su dirigencia nacional no ha dudado en proponer se aplique la pena de muerte a determinados delincuentes. Ello a pesar de que, en los países donde existe, no ha logrado disminuir los ilícitos que pretende combatir; de que es una medida irreversible alimentada por la discriminación racial o económica, que condena a inocentes con demasiada frecuencia. Y todo esto, a sabiendas que en el sistema de procuración de justicia y los tribunales de nuestro país campea el cohecho y han sido penetrados por la delincuencia organizada. Los dirigentes verdes revelan por tanto un pragmatismo y un oportunismo en su máxima expresión. Seguramente tendrían mayor consideración de los individuos si en lugar de seres humanos se tratase de proteger la supervivencia de la tortuga golfina, los lobos mexicanos o los berrendos de Sonora. Por su parte el PRD se encuentra escindido desde hace tiempo por dos tendencias irreconciliables. Una, englobada en torno a la corriente Nueva Izquierda que encabeza Jesús Ortega, que se asume como moderada y que busca sumarse al entendimiento que tiene el PRI con el gobierno de Calderón. Es la que detenta la mayoría del PRD en las Cámaras de Diputados y Senadores, así como en la dirigencia nacional, circunstancia que propició el mismo López Obrador (AMLO) al permitirle encumbrarse a partir de su campaña presidencial, puesto que no le representaba un costo político de haber sido declarado vencedor en tales comicios. Alejandro Encinas acaudilla por el momento a Izquierda Unida (IU) que aglutina a otros grupos y simpatizantes de AMLO. Es una corriente que se niega a transigir sin condiciones con el gobierno y negociar las que considera, conquistas del pueblo mexicano. Como los matrimonios mal avenidos, ambas corrientes no pueden vivir juntas ni distantes. Los Chuchos sin el respaldo de las masas fieles a AMLO no tardarían en transformar al PRD en un cascarón vacío o un membrete a la manera del antiguo Partido Cardenista de Rafael Aguilar Talamantes. Por su parte, IU junto con el Frente Amplio Progresista al no tener acceso a los cuantiosos recursos que proporcionará el IFE al PRD en la próxima contienda electoral, difícilmente podrían ambicionar al triunfo nacional de sus candidatos. Por ello, con pragmatismo, ambos hacen a un lado su repugnancia o sus escrúpulos y tratan de permanecer “unidos hasta que la muerte los separe”. Sin embargo, existe un fuerte sector de opinión que considera preferible luchar por construir un gran movimiento de izquierda de largo alcance, y desestimar los triunfos electoreros inmediatistas, generados por una militancia de mazapán.
JAMG

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