martes, 11 de agosto de 2009

Una pistola en la sien

Para GHMG y JCMG.- En el poblado de La Gloria, municipio de Perote, Veracruz, se encuentran instaladas las Granjas Carroll, filial mexicana de la empresa estadounidense Smithfield, la productora mundial número uno de carne de cerdo. En unas 200 porquerizas crían amontonados, con ventilación deficiente, un millón de cerdos, en jaulas que obstaculizan su movimiento, bajo iluminación constante para que coman todo el día y estimular su crecimiento hasta que alcanzan 120 kilos en unos cinco meses. En Estados Unidos, Smithfield frecuentemente ha sido acusada de contaminar agua suelo y aire, de no respetar los derechos de sus trabajadores y obligada a pagar una multa 12 millones de dólares por violar la Ley de Aguas potables, por ello trasladó parte de sus criaderos a México, Rumania y Polonia, donde las leyes ambientales son más laxas o prácticamente inexistentes. En La Gloria, millones de moscas “panteoneras” surgen de los llamados “digestores biológicos” donde se arrojan a los cerdos muertos, así como de las lagunas de oxidación donde se vierten los desechos fecales de sus granjas. Esa materia orgánica en descomposición produce gas metano, con el olor característico de los huevos podridos, que se difunde por dicha población, y la consiguiente invasión de moscas. Por ese motivo se han suscitado ahí varias epidemias de enfermedades respiratorias, Los activistas ciudadanos que se atrevieron a denunciar ese estado de cosas fueron acusados de difamación, apresados y obligados a pagar una fianza. “Lejos quedaron las antiguas granjas familiares, ahora se pasó a esos infiernos en los que se hacinan millares de animales, que en medio de la hediondez y calores asfixiantes, intercambian virus patógenos con gran intensidad. Con un tipo de porcicultura (y avicultura) “inhumana” e intensiva, que desanimaliza al animal para convertirlo en un mero producto industrial, un simple material que da carne y procura beneficios financieros, es el culpable de la pandemia en curso, ya que existen sospechas fundadas que ahí pudo generarse la epidemia de influencia H1N1 que azotó recientemente a nuestro país. (Ignacio Ramonet. Mucho más que una gripe. Le Monde Diplomatique, México, junio 2009). Los expertos, como el citado, consideran que la alta concentración de animales hacinados en pocilgas industriales, con pésimas condiciones higiénicas y convivir con otras especies (aves), poseen las condiciones perfectas para la rápida transmisión y mezcla de los virus y la aparición de nuevos mutuantes; surjan y se dispersen nuevas formas de la influenza, estimuladas por el uso generalizado de antibióticos y vacunas, por ello, esos criaderos industriales constituyen auténticas bombas de tiempo biológicas, donde posiblemente surja otra pandemia, en cualquier parte del mundo, tan devastadora como la de la Gripe Española de 1918.. Esto que se dice de las actividades pecuarias, también se puede aplicar a la agricultura ya no en Veracruz, sino en nuestro propio municipio. El cultivo intensivo y mecanizado que ha abandonado la rotación de los cultivos, la escarda, los abonos orgánicos y el control biológico de las plagas, sustituidos por el empleo de fertilizantes sintéticos, insecticidas, fungicidas y herbicidas. La utilización masiva de plásticos para cubrir los surcos y la cintilla del riego por goteo para las hortalizas, (que se abandonan o se incineran con la consiguiente liberación de gases tóxicos); elementos todos que constituyen los principales contaminantes de nuestro aire, suelo y aguas. Pareciera una maldición inevitable que el empleo masivo de la tecnología, acarree necesariamente mayor contaminación. Asimismo, nuestros “modernos” campesinos se empecinan en sembrar chile y jitomate sin respetar las recomendaciones de la SAGARPA de no repetir dos cultivos de solanáceas el mismo año y en la misma parcela, lo que impide se rompa el ciclo de las plagas y enfermedades, que cada año presentan mayores problemas. Para acabarlas se tienen que utilizar verdaderas bombas de agroquímicos (organoclorados, organofosforados, piretroides y triazinas) inclusive los no autorizados (para el jitomate) como el acefate, el omeotato y que han sido detectados por las autoridades de sanidad vegetal en los productos destinados a la venta. Desgraciadamente en nuestro medio no existe la cultura de emplear productos biológicos para conservar e incrementar la fauna benéfica. La utilización indiscriminada de pesticidas elimina no sólo a los insectos perjudiciales sino también a los que permiten la polinización; y los venenos destinados a los roedores matan también a todos los miembros de la cadena alimenticia: pájaros, aves de rapiña, cánidos y carroñeros. El uso intensivo e irracional del agua subterránea para el regadío, más temprano que tarde acabará por agotar los mantos freáticos. Si hace medio siglo el agua, para el uso doméstico se encontraba casi de manera superficial, dándose el caso de que al cavar una tumba hacía su aparición el vital líquido, hoy se tienen que cavar hasta 50 metros para ese propósito. Por si esto fuera poco, los altos costos por hectárea de los cultivos: más de $120,000 para el chile, de $80,000 para el jitomate y $40,000 para los tomates, obligan frecuentemente a los agricultores a buscar financiamiento con un proveedor, al que se le deben pagar los respectivos intereses, sirviendo de garantía la propia cosecha. Cuando ésta no alcanza a cubrir la deuda, se convierten en prófugos; o se le paga al acreedor en especie: tractores, maquinaria, camionetas; o bien se obtiene un préstamo con algún agiotista al “módico” 10% mensual. Así, en lugar de optar por la rotación de cultivos, de especies más seguras y menos costosas, aunque otorguen menores ganancias, la agricultura se convierte en una especie de juego de azar, como la ruleta, que está concebida de tal forma, que al final los apostadores siempre saldrán perdiendo y la banca triunfadora. Propiciar unas actividades agropecuarias, tan agresivas para el medio ambiente como las descritas, es como jugar a la ruleta rusa, confiando en que luego de jalar repetidamente del gatillo, la bala nunca se disparará. Miscelánea.- *¿Será verdad que los heridos en la trifulca del día de Santiago fueron transportados a los hospitales en vehículos particulares porque las dos ambulancias municipales están fuera de servicio por falta de mantenimiento? Acaso porque son herencia de la Administración anterior o porque las partidas para esos rubros ya se “agotaron”. Los ciudadanos de pocos recursos tendrán que conformarse con morir en este municipio al estar impedidos de trasladarse a otra ciudad a expensas del erario público para recibir atención médica especializada. *Es un contrasentido y una expresión cacofónica decir Santo-San-tiago. En todo caso si se quiere mostrar reverencia al personaje canonizado se le podría denominar “Señor” Santiago (como decir, Señor San José). De acuerdo con Gutierre Tibón, el nombre original en el español antiguo era Sant-Yago, derivado de Santi Yagüe y este a su vez de Santi-Iacobe, el vocativo de Iacobus, aquella, una desinencia de ese nombre latino que expresa llamamiento o súplica, algo así como ¡Óyenos San Jacobo! (JAMG).

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