lunes, 25 de agosto de 2008

YURECUARO Y EL NEOLIBERALISMO

Yurécuaro y el neoliberalismoLa influencia del liberalismo, doctrina política y económica que surgió en los siglos XVIII y XIX, prevalece hasta nuestros días. Sociedad poderosa y Estado mínimo. El mercado y la libre competencia como únicos motores de la prosperidad y la felicidad. Sin embargo sus ideas generaron un mundo de injusticia: la aparición de masas obreras empobrecidas, sin protección jurídica y servicios públicos fundamentales, sujetas a salarios de hambre y nulos derechos laborales, circunstancias que darían origen al movimiento obrero, las revoluciones y como reacción, el intervencionismo del Estado en la economía. Pero después de 50 años en que la participación estatal ayudó a equilibrar las diferencias sociales, por las crisis recurrentes del capitalismo, se vuelve a recurrir a las viejas y superadas recetas: preponderancia del capital sobre el trabajo, dominio de las potencias y los consorcios trasnacionales sobre las economías en desarrollo. Materias primas baratas y precios sin control. Gobiernos autoritarios para cuidar los intereses de los amos.
Los efectos de las doctrinas neoliberales que se dan en el ámbito internacional repercuten en ciudades modestas como la nuestra, que a lo largo de su historia, indistintamente han gozado o padecido sus efectos. Por una parte, la debilidad y limitaciones crónicas de las administraciones municipales propiciaron que la gente actuara sin trabas y fuera creándose la convicción de que su libertad personal no está limitada por la de los demás en renglones como la higiene urbana, el tránsito, la contaminación auditiva o la embriaguez pública. Aunque por la otra, tanto los gobiernos federales como locales han dejado a su suerte a la sociedad civil para que cubriera, con sus propios medios, gran parte de los servicios públicos. De ahí nuestros “reinados” de las fiestas patrias que cada año se instrumentan para recabar recursos para las obras más urgentes que no proveen los tres órdenes de gobierno.
Por desgracia el acopio de fondos mediante kermeses, rifas, bailes, venta de alimentos y licores, parecen deslizarse más hacia una especie de concesiones en beneficio, tanto de algunos particulares como del erario público, en lugar de que fueran para provecho íntegro de la población. Ahora los fondos pretenden destinarse a la construcción de una barda perimetral de una pequeña zona que tuvo que comprarse para ampliar un panteón municipal ya insuficiente. Y se planea adquirir una extensión mayor, nuevamente mediante el respectivo pago con las aportaciones septembrinas, en lugar de que el gobierno expropiara dicho terreno por causa de utilidad pública y cubriera a un precio justo, la indemnización correspondiente. Los excedentes de la renta petrolera que con gran desprendimiento y sin rendimiento de cuentas está entregando el gobierno federal a los Estados, deberían destinarse a obras de verdadero beneficio colectivo como ésa y no sirvan únicamente para incrementar el obeso aparato burocrático y la promoción política a través de los medios masivos de comunicación.
Por su parte, nuestros gobiernos municipales también parecen compartir el espíritu neoliberal, orientando políticas y recursos para favorecer las actividades productivas y las que reditúan impuestos, pero han relegado a la actividad cultural como un sector que debe estar a cargo de ciudadanos generosos y desinteresados. No parece decoroso que los funcionarios promuevan su imagen política con las diversas manifestaciones culturales de la población y que los maestros o instructores desempeñen su labor sin ningún estímulo, como es el caso del Coro de Niños. Es válido que los políticos se promocionen con las obras que impulsan y realizan, pero hay habrá que apoyarlas con los recursos públicos y el esfuerzo personal. Por lo mismo resulta lamentable que algunas dependencias municipales pretendan alzarse con el mérito de las iniciativas que generan otras instancias, como sucedió con un reciente concurso de oratoria Asimismo es reprobable que los actos culturales se transformen en una especie de mítines políticos a la usanza del antiguo régimen priísta, con acarreo y fanfarrias institucionales. Las manifestaciones culturales para producir los goces del espíritu que constituyen su objetivo deben ser apolíticas, si no pasarán a ser meros vehículos de vulgar propaganda. (JAMG).

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